Vista general de la capilla del Cristo de Burgos
Vista general de la capilla del Cristo de Burgos

Capilla del Cristo de Burgos

Resumen:

En la Capilla del Cristo de Burgos, destaca el monumento funerario realizado por el maestro Cisneros para el cardenal García Cuesta. El naturalismo de finales del siglo XIX en esta obra se complementa con una escultura barroca en la misma capilla, dedicada al cardenal Carrillo. Ambas esculturas son orantes, arrodilladas y con atributos de canónigos.

El sepulcro del cardenal Carrillo, obra de Pedro del Valle, destaca por su policromía que acentúa el naturalismo. La capilla, construida alrededor de 1664, tiene una planta de cruz griega con cúpula, sacristías y una tribuna. Su decoración refleja un barroco incipiente según las trazas ideadas por Melchor de Velasco.

Además de los sepulcros, la capilla alberga retablos dedicados al Llanto de San Pedro y a "Santa María Salomé, el Zebedeo y sus hijos". Estos retablos, de la escuela de Mateo de Prado, discípulo de Gregorio Fernández, fueron creados por Bernardo Cabrera y Mateo de Prado. El retablo principal, también de esta capilla, presenta una imagen con pelo natural del siglo XVIII, sustituyendo al lienzo original.



Historia de la Capilla del Cisto de Burgos

El último gran monumento funerario de la catedral es el que el maestro Cisneros realizó para el cardenal García Cuesta en la Capilla del Cristo de Burgos, hacia los pies de la catedral. Su naturalismo, propio de finales del siglo XIX, dialoga perfectamente con el conmovedor naturalismo barroco de su “pareja”, al otro lado de la capilla. Se trata ésta de una escultura del fundador de la capilla, por lo que sería también conocida por su nombre, la del cardenal Carrillo.

Ambas son figuras orantes, arrodilladas, con sus atributos de canónigos sobre dobles cojines encima del reclinatorio. En el caso del sepulcro del cardenal Carrillo, la policromía acentúa el naturalismo del conjunto. Su autor fue uno de los maestros que trabajaron en el tabernáculo del altar mayor, Pedro del Valle.

Sepulcro del arzobispo Carrillo (1667)
Sepulcro del arzobispo Carrillo (1667)
Sepulcro del Cardenal García Cuesta (1873) en la Capilla del Cristo de Burgos
Sepulcro del Cardenal García Cuesta (1873) en la Capilla del Cristo de Burgos

El espacio entre ambos sepulcros es una de las capillas “menores” más grandes de la catedral. Su planta es de cruz griega cubierta con cúpula, con dos sacristías y una tribuna desde la que el arzobispo Carrillo se entregaba a la oración, según la escritura fundacional. Su factura y decoración, de un barroco incipiente, responden al momento en que fue levantada, hacia 1664, y siguen las trazas ideadas por Melchor de Velasco en tiempos del fabriquero Vega y Verdugo.

Vista general de la capilla del Cristo de Burgos
Vista general de la capilla del Cristo de Burgos

Además de los nichos que ocupan el sepulcro de Carrillo y de García Cuesta, los brazos laterales de su planta de cruz griega los ocupan un retablo dedicado al Llanto de San Pedro y otro dedicado a “Santa María Salomé, el Zebedeo y sus hijos”, según la escritura de fundación de la capilla otorgada en 1662.

Son retablos de la escuela de Mateo de Prado, discípulo del gran imaginero barroco español Gregorio Fernández. A él y a Bernardo Cabrera, autor de las primeras columnas salomónicas de España y del antiguo retablo de Reliquias de la Catedral, les debemos el retablo principal de esta Capilla. El nombre le viene de la imagen que preside la capilla, una talla con pelo natural obra de la escuela burgalesa del siglo XVIII. Un Crucificado venerado en la capilla sustituye al lienzo original.

Retablo lateral de la capilla del Cristo de Burgos. La madre de los Zebedeos
Retablo lateral de la capilla del Cristo de Burgos. La madre de los Zebedeos
Retablo lateral de la capilla del Cristo de Burgos. El Llanto de San Pedro
Retablo lateral de la capilla del Cristo de Burgos. El Llanto de San Pedro

Capillas de la Catedral

Descubre un universo de devoción y arte en cada rincón de las capillas de la majestuosa Catedral de Santiago de Compostela. Cada una de estas santuarios es un tesoro único que encierra siglos de historia y espiritualidad. Desde la exquisita Capilla Mayor, adornada con relieves de una delicadeza incomparable, hasta la íntima Capilla del Pilar, donde la luz danza sobre antiguos altares, cada espacio invita a la contemplación y la reverencia. Las capillas laterales, con sus retablos de talla dorada y sus vívidos frescos, son como galerías de arte sacro que inspiran y conmueven a quienes las visitan. En cada piedra, en cada detalle, se siente la presencia de aquellos que, a lo largo de los siglos, han encontrado consuelo y esperanza entre estas paredes sagradas. ¡Una experiencia que te transportará a un mundo de fe y maravilla!