El Códice Calixtino

La más conocida de las “joyas” que custodia el Archivo de la Catedral de Santiago es sin duda el Liber Sancti Iacobi, o Codex Calixtinus. Su denominación española, Códice Calixtino, se hizo tristemente famosa en los últimos años a causa de su sorprendente hurto – ya resuelto y recuperado el libro – que lo puso en boca de todo el mundo.

El apelativo de “Calixtino” le vino dado por la creencia secular de que lo había escrito el papa Calixto II, ya que firma la obra al principio como su autor y compilador, narrando cómo lo hizo. Elegido Sumo Pontífice en 1119, este papa tenía lazos de sangre con la nobleza gallega, y le unía una entrañable amistad con Gelmírez, a quien honró con su proclamación como arzobispo, así como con la elevación de la catedral de Santiago a la dignidad de Metropolitana en detrimento de Mérida.

Pero la autoría de Calixto II del conjunto de la obra es hoy rechazada, aunque es indudable su influencia en el códice, igual que la de la importante abadía francesa de Cluny. El llamado Codex Calixtinus termina con una carta de Inocencio II que presenta al portador de la obra, Aymerico Picaud, clérigo de Parthenay-le-Vieux. Es él quien pasa por autor de gran parte de la obra, especialmente del último de los libros que la componen.

Libro 1 del Códice Calixtino
Libro 1 del Códice Calixtino

Hecho en varias etapas, su inicio está datado entre los años 1137 y 1140, y se retomaría de nuevo en 1173. El resultado sería una obra estructurada en cinco libros, completados con documentos y añadidos. El Libro I contiene, con su música y sus textos, la liturgia para la Misa y Oficio de las festividades de Santiago. Es el libro más amplio, y supone tres cuartas partes del códice. El Libro II detalla veintidós milagros de Santiago. El Libro III relata el traslado de los restos de Santiago desde Jaffa hasta Compostela. Pero quizás son los libros IV y V los más conocidos.

El IV es llamado Pseudo-Turpín, recibiendo su nombre del arzobispo de Reims a quien se atribuyó su redacción, y narra las gestas de Carlomagno en España derrotando a los invasores árabes. Por razones no del todo claras, el Pseudo-Turpín fue desgajado del resto de libros en 1619, sufriendo algunas alteraciones, y así estuvo hasta 1966.

Códice Calixtino - Libro IV
Códice Calixtino - Libro IV

El Libro V es la Guía del Peregrino, que incluye detalladas descripciones de la catedral, de mucha utilidad para los historiadores a pesar de que el templo no estaba del todo concluido cuando fue escrita. Además de los cinco libros se añadieron algunos apéndices, destacando las veintidós composiciones polifónicas del Libro I añadidas en 1173, una primicia en la Europa del momento; o el Himno de los peregrinos a Compostela, el Dum pater familias, apéndice del Libro II.

No son demasiadas las miniaturas del Códice Calixtino, aunque destacan tres iniciales formadas por personajes relacionados con el texto. Así, el Libro I se inicia con una “C” que veremos repetida en el Códice, formada por carnosa vegetación y rematada con cabezas de dragón. En este caso, además, la “C” que acoge en su interior al papa Calixto II, sentado y en actitud de escritura, identificado en el libro donde apoya la pluma.

En el folio cuarto, formando una gran “I” que cuya verticalidad ocupa más de media página, está Santiago en actitud de bendecir. Portando un libro y sin sus atributos característicos, la figura del Apóstol se podría comparar con la de Cristo, aunque sin el nimbo crucífero que caracteriza a éste. Pero el hecho de que forme parte de la palabra “Iacobi” y la naturaleza del texto en que se incluye hacen imposible la confusión.

La tercera letra miniada es totalmente diferente a las anteriores. Se trata de una gran “T” con la que se inicia la Historia Turpini del Libro I. Es un título sobre fondo verde que se añadió a este folio cuando se separó del resto del Códice en el siglo XVII. La gran inicial presenta profusa decoración vegetal y acoge en su interior una mandorla que parte de la boca de un ser fabuloso y en la que está Turpín, el arzobispo de Reims, sentado con sus ropas y báculo de prelado.

El Libro IV nos ofrece también otras tres miniaturas que narran pasajes de la vida de Carlomagno. En la primera, el emperador duerme en el interior de una arquitectura identificada en el texto como Aquisgrán. Sentado a los pies de su lecho, se le aparece Santiago señalando en el cielo el camino de estrellas – la Vía Láctea – que conduce a su sepulcro. Como consecuencia de esta aparición, la segunda de las miniaturas nos muestra al emperador partiendo hacia tierras hispanas para liberar a España de sus invasores. Identificado por su corona y estandarte, Carlomagno aún está saliendo de la arquitectura de su palacio. Los diez caballeros que le anteceden, entre los que se encuentra su sobrino Rolando, se acercan ya a un terreno ondulado que sin duda quieren ser los Pirineos. Más difícil resulta la interpretación de la tercera y última miniatura, todas ellas de formato rectangular y en el folio 162 y el reverso del 162. En ésta última, vemos de nuevo a unos guerreros, unas arquitecturas y la leyenda relativa a Aquisgrán. Sus diversas lecturas la ligan siempre a Carlomagno y su ejército, quizás los sobrevivientes de Roncesvalles recordando la muerte del héroe Rolando. Desde el punto de vista estilístico, parece que todas las miniaturas la debemos a un solo autor, vinculado a los talleres borgoñones de la primera mitad del siglo XII, aunque algunos estudiosos ven también influencias de las Islas Británicas.

Da cuenta de la importancia este Códice Calixtino, incorporado al “Tesoro” catedralicio en la primera mitad del XII, el hecho de que casi inmediatamente se empezó a copiar, y aún el siglo XIV se recurría a él con frecuencia. El mismo scriptorium fundado en Santiago por Aymerico de Anteiac en 1326, que daría lugar al Tumbo B, realizó las copias del Calixtino de Salamanca, El Vaticano y Londres.