Breviario de Miranda

El Breviario del Canónigo Miranda: Una Joya Miniada

En el Archivo de la Catedral de Santiago, se puso fin a la Edad Media con el manuscrito más rico en miniaturas de cuantos ahí se conservan. El llamado Breviario del Canónigo Miranda superó a los más conocidos Tumbos, Historia Compostelana y Códice Calixtino. Tiene algo más de quinientos folios de menor tamaño que los de los libros mencionados, y sufrió también algunas pérdidas y mutilaciones a lo largo de la historia.

Data de la mitad del siglo XV, quizás alrededor de 1470, momento en el que la decoración llena las páginas hasta el extremo y no se dejan espacios libres alrededor del texto. Éste se distribuye en dos columnas por folio, y es el principal inspirador de la temática que se representa. Abunda la decoración vegetal, en la que a veces aparecen personajes santos o animales. En algunas ocasiones, el autor da rienda suelta a su fantasía y la puebla de seres extraños.

Detalle de una página del Breviario Miranda.
Detalle de una página del Breviario Miranda. La decoración llega en este manuscrito al extremo y no deja espacios libres en el folio.

Influencia de la Pintura Flamenca

Desde la segunda década del siglo XV la pintura flamenca comenzó a adquirir notable entidad en la Península, y los miniaturistas no fueron ajenos a ella, como se puede comprobar en los pliegues quebrados de las ropas – acentuados y multiplicados en la parte baja – que visten los personajes del Breviario Miranda. Bajo la mano de un director conocedor de los postulados flamencos, aparecen diferentes manos dentro del mismo taller, algo lógico dada la cantidad de iluminaciones de este códice. Sin embargo, hay un sentido unitario en su decoración, que pone a este breviario en relación con otras obras coetáneas del ámbito miniaturista castellano. Algunos ejemplos son los manuscritos para el Marqués de Santillana, atribuidos a Jorge Inglés, o las similitudes en la decoración vegetal que el abulense Juan de Carrión utilizó.

Posible Comitente y Misterio en su Origen

Está claro que el Breviario Miranda fue realizado para alguien relacionado con la Catedral de Santiago. En él se hace referencia a santos de especial relación con ésta, como Salomé, madre de los Zebedeos; y también a celebraciones específicas como la conmemoración de la consagración de la catedral en abril, las fiestas del Apóstol en julio y diciembre, o las de sus discípulos en mayo.

Existen dudas, sin embargo, acerca de quién fue el comitente de la obra. Posiblemente fuera el personaje arrodillado bajo el manto de la Virgen que aparece en la orla inferior del reverso del folio 401, pero existen dudas sobre su identificación. El nombre de Breviario Miranda es debido a que en uno de los folios aparece “MIRANDA” escrito entre las dos columnas, por lo que se creyó que aludía al canónigo Pedro de Miranda, familiar de Alonso II de Fonseca. Sin embargo, algunos emblemas heráldicos en diversas partes del libro descartan esta filiación; y lo atribuyen a Fernando Bermúdez de Castro, personaje que tras diversas vicisitudes alcanzó la dignidad de Deán de Santiago en 1485.

Por su parte, el canónigo José Mª Díaz Fernández, quien fue muchos años archivero de la Catedral, encontró parcialmente borrados o transformados otros escudos entre las páginas del Breviario, identificándolos con el del prelado compostelano Rodrigo de Luna, arzobispo de Santiago entre 1449 y 1460. Pero el hecho de que el personaje arrodillado ante la Virgen como donante en el reverso del folio 401 vista simple hábito, sin atributos de obispo, le quita peso a esta teoría.

Así pues, no sabemos a ciencia cierta quién pudo ser el comitente de esta obra. Quizás algunos de los nombres citados tengan relación con ella, o quizás todos, puesto que fueron dignidades importantes en Santiago. Además, el hecho de que un breviario sea un libro de devoción privada facilita el cambio de manos como herencia o regalo. Esto indicaría también que ya en sus primeras décadas de existencia este códice se consideró de una riqueza y valor excepcionales.