Ante la urna neorrománica del platero Losada los fieles depositan sus peticiones y oraciones.
Ante la urna neorrománica del platero Losada los fieles depositan sus peticiones y oraciones. El frente de altar es de mármol con motivos de herencia paleocristiana

Cripta Apostólica

Resumen:

Aunque la mayoría de las personas visitan la catedral para abrazar la figura del Apóstol en el Altar Mayor, la verdadera razón de la peregrinación es la Cripta Apostólica. Se accede a ella después de la "subida al abrazo". La cripta alberga un sepulcro romano donde se cree que descansan los restos de Santiago, Atanasio y Teodoro.

El canónigo López Ferreiro lideró transformaciones en 1879 después de redescubrir los restos, enterrados por temor a piratas en 1589. Antes, Atanasio y Teodoro habían reutilizado un mausoleo romano del siglo I para sepultar a Santiago. Las excavaciones revelan transformaciones a lo largo de los años, incluyendo pavimentos de mosaico y pasillos.

La capilla mayor románica y la barroca realizaron cambios, y las reliquias se perdieron en 1589. En el siglo XIX, se reubicaron las reliquias y se realizaron excavaciones para restaurar la cripta. La urna actual de cedro rojo y terciopelo contiene restos de Santiago, Atanasio y Teodoro. Una urna de plata con forma de sarcófago cubierto a dos aguas los protege.

El diseño de la urna se inspira en un dibujo del siglo XVII, con un Cristo en la mandorla y un apostolado. Una estrella de plata cuelga sobre el sarcófago, recordando un milagro del siglo IX. La urna y el pedestal son obras del orfebre Ricardo Martínez. El altar de mármol blanco, con pavos reales en la parte frontal, permite celebrar misas y simboliza la inmortalidad en el cielo para los peregrinos que rezan ante las reliquias en esta cripta.



Historia de la Cripta Apostólica

A pesar de que las mayores colas de fieles, turistas y peregrinos se producen en espera de poder subir a dar el abrazo a la figura del Apóstol que preside el Altar Mayor, la verdadera razón de ser de este templo, de las peregrinaciones a él y hasta de la ciudad de Compostela es la Cripta apostólica. Su acceso se sitúa hoy en día unos metros más allá de la “subida al abrazo”. Muy alterado, es el sepulcro romano en el que la tradición sitúa los restos de Santiago, Atanasio y Teodoro.

 Escaleras en la girola junto a las de la subida al abrazo
Cuando en 1879 se redescubren los restos de Santiago, se hace visitable la cripta y se abren unas escaleras en la girola junto a las de la subida al abrazo
Escaleras en la girola de acceso a la Cripta Aposrtólica junto a las de la subida al abrazo.
Escaleras en la girola de acceso a la Cripta Aposrtólica junto a las de la subida al abrazo.

Ante la urna neorrománica del platero Losada los fieles depositan sus peticiones y oraciones. El frente de altar es de mármol con motivos de herencia paleocristiana.

No siempre fue posible una veneración tan de cerca. De hecho, estas escalerillas y el propio espacio de la pequeña capilla, ante la urna relicario, son fruto de las transformaciones que el canónigo López Ferreiro dirigió tras redescubrir los restos de Santiago y sus discípulos en 1879. Estos habían sido enterrados tras el altar mayor en 1589 por temor al pirata inglés Drake. Su hallazgo supuso un gran resurgir del culto apostólico y las peregrinaciones.

Cuando Atanasio y Teodoro trajeron a la Gallaecia romana el cuerpo de su maestro y lo llevan tierra adentro, reutilizaron un mausoleo romano del siglo I. Según el canónigo y estudioso José Guerra Campos, este mausoleo estaría compuesto por dos plantas de perímetro rectangular, siendo la inferior la cámara abovedada con el sepulcro, y la superior, una a modo de oratorio desde la que además se accedería a la memoriae inferior. No se trataba de un túmulo funerario construido para Santiago. Como rezaba una inscripción conservada hasta 1601, lo mandó hacer “Atia Moeta para sí y para su nieta Viria Moeta”.

Se cree que Santiago fue aquí sepultado en un sarcófago de mármol blanco, y a los lados del túmulo inicial se construyeron dos espacios anexos en los que se enterrarían los dos discípulos de Santiago, Atanasio y Teodoro. De hecho, en una de las tumbas se leyó la inscripción “Athanasios mártir”.

Las excavaciones arqueológicas han ido datando las sucesivas transformaciones y añadidos a este espacio, como los pavimentos de mosaico con flores de hacia el año 200, o unos pasillos que facilitarían el culto a las reliquias que algunos expertos datan en esos mismos años, pero que otros llevan hasta la época de la basílica de Alfonso II en el siglo IX. Sería entonces cuando se colocó sobre esa bóveda romana el ara de mármol con la inscripción ya citada de Atia Moeta, que sustituirá un epígrafe cristiano en 1601. Este pequeño altar se custodia hoy en el vecino monasterio de Antealtares por donación de Gelmírez.

En época de este primer arzobispo se construyó la capilla mayor románica y dispuso en ella su baldaquino. También se allanó el terreno demoliendo la parte superior del mausoleo romano. Parece que entonces aún se podía ver el sepulcro tras el altar de plata; aunque cuando Ambrosio de Morales describe este lugar, en 1572, ya era casi imposible ese contacto visual. Este contacto desapareció del todo con la gran reforma barroca del siglo XVII, habida cuenta además de que las reliquias ya no estaban allí, sino que se desconocía su paradero desde 1589.

La capilla mayor barroca rebajó aún más el nivel del suelo, por lo que echó abajo otra parte de la construcción romana, que desapareció por completo. Así sería hasta que las obras para la reubicación de las reliquias de fines del siglo XIX, y las excavaciones arqueológicas de mediados del siglo XX, pusieran de nuevo en valor los restos de la primera tumba de Santiago y conformen su aspecto actual. Los escalones de mármol de finales del XIX hacia la cripta apostólica fueron sustituidos por unos de granito por el desgaste de millones de peregrinos bajando a visitar los restos.

Los escalones de mármol de finales del XIX hacia la cripta apostólica fueron sustituidos por unos de granito
Los escalones de mármol de finales del XIX hacia la cripta apostólica fueron sustituidos por unos de granito por el desgaste de millones de peregrinos bajando a visitar los restos
Los pasillos laterales de la cripta permiten diferenciar las piedras romanas originales de las modificaciones posteriores
Los pasillos laterales de la cripta permiten diferenciar las piedras romanas originales de las modificaciones posteriores

Tras hallar las ocultas reliquias en 1879, López Ferreiro se inspiró en los primeros momentos del cristianismo para disponerlas y permitir su veneración. Las dos escalerillas laterales desde la girola dan acceso a una antecámara a la que se abren los pasillos laterales, más estrechos, y el central, que nos conduce directamente a la urna con los restos. Se trata de una caja de madera de cedro forrada de terciopelo rojo y compartimentada al interior en tres espacios; para Santiago, Atanasio y Teodoro. De ellos se conservan entorno a noventa huesos y fragmentos de cada uno. La caja fue encerrada en una urna de plata con forma de sarcófago cubierto a dos aguas, decoradas éstas con veneras y un crismón central.

En 1879 se altera el espacio del mausoleo apostólico para hacer un pequeño oratorio ante la urna que contiene los restos
En 1879, según el diseño de López Ferreiro, se altera el espacio del mausoleo apostólico para hacer un pequeño oratorio ante la urna que contiene los restos
Los muros del mausoleo romano y su distribución sufrieron alteraciones desde la edad media. Al fondo, la urna.
La cripta apostólica. Los muros del mausoleo romano y su distribución sufrieron alteraciones desde la edad media hasta la definitiva cripta del XIX. Al fondo, la urna.

La parte de enfrente se inspira en el dibujo de Vega y Verdugo del siglo XVII del desaparecido altar románico de Gelmírez, con un Cristo bendiciendo en la mandorla rodeado de un apostolado entre columnas y arcos trilobulados. Encima del sarcófago cuelga una estrella de plata que recuerda el milagro que condujo al abad de Solivio Pelagio a encontrar el mausoleo en el siglo IX.

Tanto esta urna como el pedestal de bronce en que se asienta, y que alude con palmas al martirio, son obra del orfebre Ricardo Martínez sobre un diseño de José Losada. Por su parte, el altar que permite celebrar misas en este sancta sanctorum es también de clara inspiración paleocristiana. Está hecho de mármol blanco, y en su parte frontal muestra dos pavos reales que beben de la copa de la inmoralidad. Es la inmortalidad en el Cielo que alcanzarán los peregrinos que ganen el jubileo rezando ante las santas reliquias que custodian esta cripta.


Interior de la Catedral

¡Adéntrate en un mundo de asombro y esplendor donde la historia cobra vida! El interior de la Catedral de Santiago de Compostela es un festín para los sentidos, un santuario de belleza celestial que deja boquiabiertos a todos los que tienen el privilegio de cruzar sus umbrales. Desde el momento en que pones un pie dentro, te envuelve una atmósfera de misticismo y grandiosidad, con sus altas bóvedas que parecen tocar el cielo y sus columnas que cuentan historias de tiempos olvidados. Cada rincón rezuma arte y devoción, desde los impresionantes retablos dorados hasta los delicados vitrales que filtran la luz divina. Caminar por sus pasillos es como recorrer un laberinto de maravillas, donde cada capilla y cada altar revela tesoros de fe y cultura. La Catedral de Santiago de Compostela no solo es un lugar de culto, es un portal hacia lo trascendental, una experiencia que transforma corazones y eleva el espíritu. ¡Una visita que deja una huella imborrable en el alma!