Bautizar a los nuevos miembros de la Iglesia es una de las funciones principales de todo templo católico. Este sacramento que conmemora el bautismo de Cristo en el río Jordán exige la utilización de agua. La “aspersión” o derramamiento de agua bendita sobre el neófito ha sido la parte principal de este rito desde la antigüedad, para el cual se utilizaron espacios adecuados al efecto desde los primeros tiempos del cristianismo: el baptisterio.
La primitiva basílica prerrománica de Alfonso III ya tenía adosada a su muro norte una construcción cuadrangular, se trataba de la Capilla de San Juan Bautista y el baptisterio. Se cree que de ahí proviene la pila bautismal de mármol con forma rectangular sobre una pequeña columna de granito. Ésta se encuentra hoy ubicada en el lado sur del transepto, entre la entrada desde las Platerías y la puerta interior del Pórtico Real hacia la plaza de la Quintana.


Cuenta la tradición que durante su razia a Santiago de Compostela en el año 997,el caudillo árabe Almanzor, por respeto o superstición, no profanó la tumba del Apóstol, pero sí prendió fuego al templo, que más tarde sería reconstruido por San Pedro de Mezonzo.
Además, para mayor escarnio de los cristianos, hizo que éstos llevaran sobre sus espaldas las campanas y las puertas del templo a su palacio cordobés para usarlas como artesonado. Doscientos años después – dice la tradición – serían devueltas a Santiago “a lomos” de musulmán. Almanzor también cometió, a ojos cristianos, el sacrilegio de abrevar su caballo en la pila bautismal o baptisterio, llena de agua bendita. “Milagrosamente”, la bestia cayó fulminada a causa de la falta de respeto de su infiel dueño.
El espacio en el que se encuentra hoy la pila ofrece en su parte alta un hermoso Calvario gótico de escuela castellana del siglo XIV. Sobre una cruz de gajos, Cristo se contorsiona en una acusada curvatura, y le cubre su parte inferior un largo paño de pureza con múltiples pliegues que le llega hasta las rodillas. A los lados, le acompañan un melancólico San Juan, que mira triste a su maestro, y una Virgen María que levanta sus manos en contenida expresión de dolor.

El emplazamiento inicial de este grupo era el trascoro de la catedral, pero posteriormente fue trasladado a otras ubicaciones. Hasta hace unos años se encontraba en la capilla de Sancti Spiritus, sobre el retablo de la Soledad.
En la pared contigua, a la misma altura que el Calvario, encontramos una de las obras contemporáneas incorporadas a la Catedral: un San Juan Bautista fundido en bronce que extiende su brazo este espacio. La obra es del artista local Jesús León, que también es el autor de las actuales hojas de bronce que cierran la Puerta Santa.

Hoy en día, la administración del bautismo y los otros sacramentos dentro de la Catedral de Santiago se realiza, casi exclusivamente y salvo en algunas excepciones, en la parroquia de la Corticela, al otro lado del transepto. Así pues, la existencia de este recinto es meramente tradicional.