Contexto histórico: construcción y desarrollo del Trasaltar
La Catedral de Santiago de Compostela, concebida como una "iglesia de peregrinación", fue diseñada para acoger a millones de peregrinos desde el siglo XI. Este modelo arquitectónico se encuentra en otros templos de importancia en el Camino de Santiago, como Santa Fe de Conques o San Saturnino de Toulouse, y se caracteriza por estructuras amplias con deambulatorios que facilitan el acceso a las reliquias sin interrumpir las celebraciones litúrgicas.
El trasaltar, ubicado detrás del altar mayor, evolucionó como un espacio central tanto espiritual como funcional. En sus inicios, albergaba la capilla de la Magdalena, documentada desde la época de Gelmírez en el siglo XII, durante las obras que consolidaron la Catedral como un epicentro de fe cristiana. Este espacio adquirió un significado especial al convertirse en lugar de veneración y refugio, como sucedió durante los disturbios que obligaron al arzobispo a guarecerse tras las rejas de la capilla.
Con los siglos, el trasaltar fue objeto de múltiples transformaciones, reflejando las corrientes artísticas y necesidades litúrgicas de cada época, desde el románico inicial hasta el renacimiento y el barroco. Cada modificación contribuyó a consolidar su relevancia en el conjunto de la Catedral.
Su función original y evolución a lo largo de los siglos
El trasaltar nació como un espacio de culto íntimo y lugar de conexión espiritual directa con el Apóstol. Durante la Edad Media, aquí se celebraba la misa de "Prima", destinada al pueblo llano, y se veneraba una imagen de Santiago del taller del Maestro Mateo, cuya importancia radicaba en permitir a los peregrinos una experiencia física cercana con el santo, coronando su viaje de fe.
En el siglo XVI, el trasaltar adquirió nuevas funciones con la disposición de la sacristía alta y la custodia del Santísimo Sacramento. Transformaciones como las realizadas por Alfonso III de Fonseca marcaron esta etapa, consolidando su papel litúrgico y decorativo. Las tablas manieristas de Juan Bautista Celma, con programas iconográficos orientados al deambulatorio y al presbiterio, muestran la riqueza estética y simbólica del espacio.
A pesar de los cambios, el trasaltar mantuvo su esencia como un área de veneración y culto, reforzada por la ocultación de las reliquias en 1589 para protegerlas de amenazas como los ataques de Sir Francis Drake. Este episodio añadió un nuevo capítulo a su historia, cargado de misterio y devoción, que perduró hasta el redescubrimiento de los restos en el siglo XIX.
Relación con la tumba del Apóstol Santiago
El trasaltar de la Catedral está intrínsecamente vinculado con la tumba del Apóstol Santiago, considerada la razón de ser del templo. Originalmente diseñado para enmarcar el sancta sanctorum y facilitar la experiencia de los peregrinos, este espacio sirvió como puente entre el altar mayor y la cripta que alberga los restos sagrados.
Durante la consagración de la Catedral en 1211, el trasaltar ofrecía una conexión visual y espiritual con la urna apostólica. Aunque las obras de Gelmírez cerraron el acceso directo a la tumba, se mantuvo la posibilidad de venerarla a través de la imagen del santo. El abrazo a la figura de Santiago en el trasaltar simbolizaba el punto culminante de la peregrinación, una experiencia transformadora que unía lo terrenal y lo divino.
Con el redescubrimiento de las reliquias en 1879, el trasaltar reafirmó su lugar central en la liturgia y el recorrido de los peregrinos. La estrella en el enlosado de la basílica recuerda el sitio del escondite de los restos, un detalle que subraya la relación profunda entre este espacio y la figura del Apóstol. En la actualidad, el trasaltar sigue siendo una ventana al alma espiritual de la Catedral, una conexión entre historia, fe y arte.