La románica capilla de San Nicolás, en el lado norte del transepto, era la más cercana a la Puerta del Paraíso, por donde entraban los peregrinos que remataban el Camino Francés. Debido a esto era parroquia de extranjeros, y fue consagrada junto a sus coetáneas y vecinas por Gelmírez en el año 1105. Al parecer, debemos su traza al Maestro Esteban. En el siglo XVII, sin embargo, fue transformada para convertirse en un mero espacio de tránsito para acceder a la parroquia de la Corticela, situada al fondo. Y es a la izquierda de este espacio que nos topamos con la Capilla de San Andrés.
Esta capilla guarda relación con los proyectos llevados a cabo en la catedral por el canónigo Vega y Verdugo y el arquitecto Peña de Toro en el último tercio del siglo XVII. Fue fundada en 1674 por el arzobispo Andrés Girón con la intención de dedicarla al culto parroquial a san Andrés, que ya tenía otra capilla románica en el brazo sur del transepto, donde se encuentra hoy la Capilla del Pilar.
Pero entre 1674 y 1679 su función fue la de cuerpo de guardas, por su buena ubicación y comunicación. Cercana a la puerta de la catedral más transitada por extranjeros, comunica al mismo tiempo con el interior de la basílica, y tiene además una salida a la plaza de la Inmaculada – la Azabachería – a través de una sencilla puerta.
Como parroquia, esta capilla aparece citada desde 1695. Poco después, en el año 1698, los feligreses Benito de Castro y esposa donaron un retablo firmado por Andrés García dedicado a San José, hoy ubicado en el lado de la Epístola. Más interesante resulta el retablo mayor, trazado por Fernández Espantoso en 1707. Como en el caso anterior, éste bebe del influjo de Domingo de Andrade en sus formas y diseños. El tercer retablo de esta capilla, dedicado a la Virgen de Covadonga, fue trasladado a la iglesia de la Peregrina, en los alrededores de Santiago.


Para acceder a la capilla desde la catedral se debe atravesar una verja, cuyo autor desconocemos, pero que, a juzgar por sus herrajes, similares a otros de capillas cercanas, habría que relacionarlo con los trabajos que los Lorenzo realizaron a principios del siglo XVIII. A su derecha, en el interior, vemos dos sepulcros superpuestos con estatuas yacentes, esculpidas por Juan Bautista Celma. Se trata del canónigo Pedro García (1561) y el Cardenal Juan Martínez Ternero (1581).

