Junto a la puerta de la Azabachería, a su lado oeste, un espacio que en su momento fue un importante punto de la catedral compostelana pasa hoy casi desapercibido. La pequeña Capilla de Santa Catalina era el espacio que ocupaba el Panteón Real, una vieja aspiración de la catedral que por diferentes motivos nunca llegó a ser del todo materializada, salvo en contados casos y con posteriores traslados a la capilla de las Reliquias. El uso de enterramiento se mantiene en un espacio contiguo a esta capilla, por la parte exterior de su muro y en la escalera que baja desde la puerta de la Azabachería.
La hermosa estatua yacente, de las postrimerías del gótico, presenta la novedad del báculo de bronce, que contrasta con el granito, y supone un ejemplo de los buenos broncistas del momento. Al otro lado de la escalera, junto a la capilla de San Andrés, encontramos el sepulcro del prior Juan Vidal, con expresiva escultura del siglo XVI, obra de Juan Bautista Celma.




Volviendo a esta capilla, se encuentra hoy bajo el patronato de los Marqueses de Bendaña, otrora titulares del importante Pazo de Bendaña en la compostelana Plaza del Toral.
Tras el traslado del Panteón Real, solicitado en 1535 por el canónigo y arcediano de la reina Lope Sánchez de Ulloa, éste dotó de una fundación a dicha capilla, antes de su muerte en 1545. Tres años después, en 1548, se contrató la obra de un retablo que presidiera el oratorio con el entallador y escultor maestre Miguel Ramón. Sin embargo, el sencillo retablo que vemos actualmente, que muestra a Santa Catalina en la hornacina central y una representación de la Virgen de Lourdes algo más abajo, es de finales del siglo XVIII.

El cardenal del Hoyo nos da de nuevo algunos datos sobre esta capilla durante su visita de inicios del siglo XVII, cuando fue derribada su sacristía. Al parecer, en ella podían decir misa todos los sacerdotes que quisieran, lo cual se anunciaba en una tablilla escrita colocada en la antigua reja que la cerraba. Era una reja de estilo renacentista, realizada por Guillén de Bourse. La que vemos hoy, de 1763 y estilo barroco, la debemos a la mano del herrero Antonio Pérez.
