El crucero de la catedral visto desde la puerta sur o de las Platerías
El crucero de la catedral visto desde la puerta sur o de las Platerías

Las Naves y el Crucero

Resumen:

La Catedral de Santiago, a pesar de su impresión general románica, ha experimentado numerosas modificaciones en sus más de mil años de existencia, especialmente en sus naves y crucero. Aunque originalmente iluminada por ventanas y abierta al exterior, muchas de estas ventanas han sido tapiadas con el tiempo debido a las construcciones añadidas, como el claustro del siglo XVI. También se han añadido capillas, como la neoclásica capilla de la Comunión y la barroca capilla del Cristo de Burgos.

En el crucero, las capillas semicirculares originales han sido modificadas o reemplazadas, y se han abierto nuevas puertas. A pesar de estas transformaciones, el transepto ha mantenido su esencia original. Solo la procesión del Viernes Santo tiene el privilegio de atravesar el crucero como una calle más. En el crucero, se encuentran sepulcros movidos de su ubicación original, como la lauda de Teodomiro.

La nave central es el doble de ancha y alta que las laterales, con pilares compuestos que alternan base cuadrada y circular. El cimborrio gótico en el centro, más alto que el original románico, reposa sobre trompas sostenidas por ángeles trompeteros en las esquinas. Destacan los arcos peraltados que dan esbeltez a las bóvedas. Las tribunas que rodean la iglesia aumentan la iluminación, con ventanas de medio punto.

Las columnas del triforio y los pilares compuestos presentan diversas decoraciones, desde modelos clásicos hasta exuberante decoración vegetal. La lámpara de cristal, regalo en 1864, también es destacada. La catedral ha sufrido diversas intervenciones para costear obras como el cimborrio y el claustro gótico. La longitud original de la nave mayor en 1211 era de noventa y siete metros, pero la presencia actual de la "máquina" barroca y el coro diseñado por Maestro Mateo alteran la percepción actual en comparación con la Edad Media.



Historia de las Naves y el Crucero

Aunque la impresión general del interior de la Catedral compostelana es de templo románico – y efectivamente es una obra maestra de este estilo a nivel europeo –  son muchas las modificaciones que la fábrica original ha sufrido en sus más de mil años de existencia, especialmente es sus naves y crucero.

En los muros perimetrales, numerosas ventanas iluminaban el templo. Sumando a esto el hecho de que su parte occidental estaba abierta día y noche al exterior con grandes arcadas, deberíamos desterrar el mito de las “iglesias románicas oscuras y tétricas”. Pero hoy día muchas de estas ventanas del muro han sido tapiadas por las construcciones que se han ido añadiendo al templo original. Entre éstas destaca, por su tamaño, el claustro que se levantó en su lado sur en el siglo XVI. Al norte, la gótica capilla de don Lope de Mendoza fue sustituida en el siglo XVIII por la neoclásica capilla de la Comunión, la más “moderna” de las grandes capillas añadidas a la catedral a lo largo de su historia. Hacia los pies de la catedral, otra capilla, la llamada del Cristo de Burgos o del arzobispo Carrillo, es de factura barroca.

No menos modificación ha sufrido el espacio original de los brazos del crucero, puesto que las capillas semicirculares originales fueron ampliadas, sustituidas o derribadas con el paso de los siglos. A esto hay que añadirle la apertura de puertas como las que dan al claustro y a la actual sacristía, así como la de la subida al edificio del Tesoro, la Puerta Real, el actual camarín de Santiago Matamoros, las capillas de Santa Catalina y San Antonio, el acceso a la Corticela, y las capillas de Sancti Spiritus y de Prima.

A pesar de ello, el espacio del transepto ha mantenido su esencia respecto del plan inicial. Sus tres naves, reflejadas por la distribución de calles de las fachadas románicas originales, suponían cierta “continuación” del espacio urbano y aún hoy forman una comunicación – y separación – entre la parte norte y la sur de la ciudad. Sin embargo, como “calle solemne” y al margen de procesiones con el propio cabildo como protagonista, solamente la procesión de cada Viernes Santo, organizada por la Real Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de Santiago con motivo del Santo Entierro, tiene el privilegio de atravesar el crucero de la catedral como si de una calle más se tratase. Los doce tramos que forman este crucero alcanzan una longitud de sesenta y cinco metros.

El crucero de la catedral visto desde la puerta sur o de las Platerías
El crucero de la catedral visto desde la puerta sur o de las Platerías
El crucero de la catedral visto desde la puerta norte o de la Azabachería
El crucero de la catedral visto desde la puerta norte o de la Azabachería

No podemos dejar el crucero de la catedral sin mencionar alguno de los sepulcros que, movidos de su ubicación original, encontramos hoy en él. Junto al pórtico real está la lauda de Teodomiro, obispo de Iria cuando el sepulcro apostólico fue hallado, y que quiso ser enterrado junto a él. Su tumba fue hallada más o menos por debajo de donde se encuentra hoy, en la zona de las excavaciones arqueológicas.

Lauda de Teodomiro. Hoy en el brazo sur del transepto.
Lauda de Teodomiro. Hoy en el brazo sur del transepto, cerca del mismo punto donde fue hallada en las excavaciones arqueológicas del brazo sur.

La nave central es el doble de ancha y de alta que las laterales, y están separadas entre sí por pilares compuestos que alternan base cuadrada y circular. En el centro, el cimborrio, más alto que el románico original y ya de factura gótica, reposa sobre trompas. En sus cuatro esquinas, ángeles trompeteros lo sostienen.

Vista de la nave desde la tribuna
Vista de la nave desde la tribuna

Para sufragar el coste de obras como la de este cimborrio o el nuevo claustro gótico, es posible pensar que se colocara el Santiago Alfeo limosnero que aún hoy vemos en el crucero, de indudable influjo mateano.

Tanto en el transepto como en el cuerpo principal, las tres naves descansan sobre arcos formeros y fajones, que forman en la nave central una bóveda de medio cañón y típicas bóvedas románicas de arista en los laterales. Destaca la altura de todo el conjunto gracias al uso de arcos peraltados que dan mayor esbeltez a las bóvedas. Y también por introducción de un elemento novedoso: las tribunas que rodean todo el perímetro de la iglesia sobre las naves laterales. Éstas están cubiertas por bóvedas de cuarto de cañón, y se abren a la nave central por medio de arcos bíforos, formando el triforio que vemos en otras iglesias medievales. Las tribunas reciben luz natural a través las ventanas de medio punto que horadan sus muros, aumentando aún más la iluminación de todo el templo.

Aspecto del alzado de los arcos de medio punto peraltados y los del triforio
Aspecto del alzado de los arcos de medio punto peraltados y los del triforio

Elevando la vista, tanto las columnas del triforio como las de los pilares compuestos de toda la catedral merecen especial atención. Hay numerosas variantes sobre modelos más clásicos y geométricos con volutas o sencillas hojas, hasta otros de exuberante decoración vegetal, algunos de ellos con figuras atrapadas entre la hojarasca. Otros incluso se convierten en pequeños ciclos narrativos. Tampoco pasa desapercibida la imponente lámpara de cristal, fabricada en Alemania y expuesta en la Exposición de París de 1855, antes de que los herederos el Méndez Acuña la regalasen en 1864.

 Para hacernos una idea de cómo serían los noventa y siete metros de longitud máxima de la nave mayor y sus veintidós metros de altura en los primeros años tras la consagración, en el año 1211, debemos pensar que al fondo no estaría la imponente “máquina” barroca actual. Y sobre todo, que el primitivo altar mayor quedaría oculto desde los pies de la iglesia por el coro que el Maestro Mateo diseñó y construyó ocupando buena parte de la nave central. Así pues, la imagen de las naves y del crucero en la Edad Media sería diferente a la que tenemos hoy.

Vista desde abajo del cimborio, la bóveda de cañón de la nave central y de los brazos del transepto.
Vista desde abajo del cimborio, la bóveda de cañón de la nave central y de los brazos del transepto. A la derecha, la capilla mayor

Interior de la Catedral

¡Adéntrate en un mundo de asombro y esplendor donde la historia cobra vida! El interior de la Catedral de Santiago de Compostela es un festín para los sentidos, un santuario de belleza celestial que deja boquiabiertos a todos los que tienen el privilegio de cruzar sus umbrales. Desde el momento en que pones un pie dentro, te envuelve una atmósfera de misticismo y grandiosidad, con sus altas bóvedas que parecen tocar el cielo y sus columnas que cuentan historias de tiempos olvidados. Cada rincón rezuma arte y devoción, desde los impresionantes retablos dorados hasta los delicados vitrales que filtran la luz divina. Caminar por sus pasillos es como recorrer un laberinto de maravillas, donde cada capilla y cada altar revela tesoros de fe y cultura. La Catedral de Santiago de Compostela no solo es un lugar de culto, es un portal hacia lo trascendental, una experiencia que transforma corazones y eleva el espíritu. ¡Una visita que deja una huella imborrable en el alma!