El Botafumeiro colgando del ingenio de Celma bajo el cimborrio de la catedral
El Botafumeiro colgando del ingenio de Celma bajo el cimborrio de la catedral

El Botafumeiro

Resumen:

El Botafumeiro, también conocido como "Rey de los incensarios" o "Turibulum mágnum", es un elemento icónico y tradicional de la Catedral de Santiago de Compostela. Se destaca por su imagen al recorrer las naves del crucero casi hasta tocar las bóvedas entre el humo del incienso. Muchos turistas y peregrinos adquieren reproducciones del Botafumeiro en miniatura como recuerdo, siendo las más exquisitas las realizadas en plata por los orfebres de la Plaza de las Platerías. El nombre "Botafumeiro" proviene del gallego, significando "el que echa humo" en su traducción literal.

La primera noticia documentada del uso del Botafumeiro data de 1322 en el Códice Calixtino, relacionándose con la procesión mitrada del relicario de Santiago Alfeo. En la Edad Media, la catedral permanecía abierta constantemente, y el incensario, especialmente grande, servía para purificar el ambiente y proporcionar un mejor olor.

El ingenioso mecanismo que permite su oscilación se debe a Juan Bautista Celma, un hombre del Renacimiento. A finales del siglo XVI, se reemplazó el sistema de vigas de madera por un entramado de hierro fundido. Ocho tiraboleiros tiran de cuerdas para lograr el movimiento pendular del incensario, evitando que se estrelle contra la bóveda.

A lo largo de la historia, hubo varios incensarios, y el actual reemplazó a uno robado por las tropas francesas en 1808. Se habla de incidentes, como el presenciado por Catalina de Aragón en 1499, donde el incensario salió despedido y se estrelló en la plaza. Actualmente, su funcionamiento suele acompañarse del Himno al Apóstol en misas solemnes o por solicitud de grupos de peregrinos.



Historia del Botafumeiro

El Botafumeiro “Rey de los incensarios”, o “Turibulum mágnum” en su nombre latino, como se le denomina a veces, es uno de los elementos más conocidos y tradicionales de la Catedral. Es icónica su estampa recorriendo las naves del crucero de la catedral casi hasta estrellarse contra sus bóvedas entre el humo del incienso.

Uno de los souvenirs más típicos que los turistas y peregrinos se llevan de su visita a Santiago de Compostela son sus reproducciones en miniatura, de los cuales los más exquisitos son los realizados en plata por los orfebres de la Plaza de las Platerías. El nombre de Botafumeiro proviene del gallego, formado por el verbo Botar(echar) y fume (humo), siendo su traducción literal la de “el que echa humo”.

La primera noticia documental que tenemos del uso de este gran incensario es una nota marginal de 1322 en el Códice Calixtino, en la que se relaciona su uso con la procesión mitrada del relicario de Santiago Alfeo. Igual que hoy día, servía para dignificar tal celebración, como hacen los pequeños y más comunes incensarios para dar solemnidad a las celebraciones litúrgicas. El humo del incienso asciende hacia el cielo del mismo modo que las oraciones de los fieles.

Dado que la Catedral nunca se cerraba en la Edad Media, y los peregrinos entraban en ella día y noche, y hasta pernoctaban en las tribunas, era necesario purificar el ambiente y darle un mejor olor. Por eso aquí el incensario es especialmente grande, permitiendo quemar mucho más incienso y expandir su aroma por todas las naves. Parece que antiguamente llegó a haber otros incensarios de mayor tamaño que los habituales, como en las catedrales de Orense, Tuy, Zamora y hasta en Roma.

Detalle del cimborrio gótico sobre el crucero de la catedral con el mecanismo para el movimiento del botafumeiro .
Detalle del cimborrio gótico sobre el crucero de la catedral con el mecanismo para el movimiento del botafumeiro de Celma de fines del XVI
Detalle del mecanismo que permite el movimiento del Botafumeiro en la altura del crucero, bajo el cimborrio.
Detalle del mecanismo que permite el movimiento del Botafumeiro en la altura del crucero, bajo el cimborrio. Lo ideó, a finales del XVI, Juan Bautista Celma

El mecanismo que hace posible su movimiento oscilante de sus aproximadamente cincuenta kilogramos hasta unos veinte metros de altura, lo debemos al ingenio de un hombre del Renacimiento, el aragonés Juan Bautista Celma. Esta “especie de Leonardo da Vinci” español era pintor, arquitecto, broncista… e inventor, y de todo ello dejó ejemplos en la Catedral.

A finales del siglo XVI, se sustituyó el viejo sistema de vigas de madera, que sin duda no permitían esta velocidad ni altura que permite el actual sistema de poleas, por entramado de hierro fundido en Vizcaya. Situado justo bajo el cimborrio, su perfecto diseño hace que el incensario no pueda llegar nunca a estrellarse contra la bóveda, a pesar de quedarse a un escaso metro de distancia y con una inclinación de 82 grados.

Para hacer posible su movimiento pendular, ocho hombres tiran de otras tantas cuerdas, que enlazan con una gruesa maroma de sesenta centímetros de diámetro. El extremo de esta cuelga siempre en el centro del crucero, y cuando no tiene atado el incensario se mantiene tensa y embellecida por la llamada “alcachofa” de alpaca, con decoración vegetal.

El botafumeiro más de cerca. Detalle de los motivos jacobeos que lo rodean.
El botafumeiro más de cerca. Detalle de los motivos jacobeos que lo rodean.
El botafumeiro colgando en el centro del crucero de la catedral
El botafumeiro colgando en el centro del crucero de la catedral

Estos hombres reciben el nombre de tiraboleiros por los nudos como bolas hechos en las cuerdas, que facilitan su agarre. Los acompasados tirones de los tiraboleiros hacen que el carrete del ingenio de Celma se mueva a uno y otro lado, arrastrando así al incensario.

A lo largo de la historia fueron varios los incensarios usados, aunque apenas tenemos noticias de ellos. Según parece, el que precedió al actual fue robado por las tropas franceses durante su invasión de 1808. Sería sustituido por el de latón bañado en plata diseñado por el orfebre compostelano José Losada en 1851. En 1971 se realizó una copia en plata que donaron a la catedral la Hermandad de Alféreces Provisionales. Aún existe otra réplica en una tienda de recuerdos en la Rúa del Villar.

Entre realidad y leyenda, se habla de varios incidentes, como el que parece que presenció Catalina de Aragón en 1499, cuando el incensario salió despedido por la puerta de las Platerías y se estrelló en la plaza. Otros incidentes menos espectaculares fueron los de 1622 y 1937, cuando parece que el incensario se desvió de su trayectoria.

Actualmente, su funcionamiento suele ir acompañado del Himno al Apóstol entonado en las misas solemnes, o cuando algún grupo de peregrinos lo solicita para rematar la ceremonia a la que asisten.


Interior de la Catedral

¡Adéntrate en un mundo de asombro y esplendor donde la historia cobra vida! El interior de la Catedral de Santiago de Compostela es un festín para los sentidos, un santuario de belleza celestial que deja boquiabiertos a todos los que tienen el privilegio de cruzar sus umbrales. Desde el momento en que pones un pie dentro, te envuelve una atmósfera de misticismo y grandiosidad, con sus altas bóvedas que parecen tocar el cielo y sus columnas que cuentan historias de tiempos olvidados. Cada rincón rezuma arte y devoción, desde los impresionantes retablos dorados hasta los delicados vitrales que filtran la luz divina. Caminar por sus pasillos es como recorrer un laberinto de maravillas, donde cada capilla y cada altar revela tesoros de fe y cultura. La Catedral de Santiago de Compostela no solo es un lugar de culto, es un portal hacia lo trascendental, una experiencia que transforma corazones y eleva el espíritu. ¡Una visita que deja una huella imborrable en el alma!